TORRE VIEJA o TORRE DEL OBISPO
Mucho se ha escrito sobre esta relevante fortificación, vinculada indudablemente al control de un territorio fértil y productivo. Desde ella se dominó perfectamente el espacio circundante y las explotaciones agropecuarias que salpicaban la huerta, así como las veredas de los ríos Mula y Segura, al tiempo que daba seguridad y cobertura a campesinos y pastores. Pero es más, estamos ante la arquitectura de las apariencias: la torre fue un símbolo de poder del señor sobre sus vasallos.
HISTORIA DEL EDIFICIO
El lugar elegido para la construcción de la torre no fue casual, pues se sitúa en un estratégico lugar que domina la confluencia de los ríos Mula y Segura, y controla los ricos y extensos campos de regadío situados en su amplio entorno. Las obras finalizarían posiblemente bajo el obispado de don Alonso de Vargas, a mediados del siglo XIV. La iglesia de Cartagena, como señor del lugar, obtuvo entonces un excepcional símbolo de poder sobre los territorios cuya jurisdicción poseía, y sobre los habitantes sujetos a ella, quienes contaron entonces con un elemento defensivo donde tener refugio en caso de ataque.
Precisamente, por todo ello, la fortificación entró a formar parte de diferentes hechos bélicos que se dan en su entorno, obteniendo así su justo protagonismo. Su nombre aparece en las más importantes disputas violentas que se iban a dar en el reino de Murcia durante el siglo XV: a comienzos del siglo se vio envuelta en la lucha civil por el poder en el territorio murciano entre Manueles y Fajardos, las dos importantes familias que representaban la vieja y la nueva nobleza. E igualmente surgen noticias en otra disputa civil entre los propios Fajardos, reflejo de la confrontación interna en el resto de Castilla, cuando las tropas del mítico alcaide de Lorca, Alfonso Fajardo el Bravo, y Rodrigo Manrique, intentaron saquear Alguazas en 1448, aunque no lo lograron. Y poco habría de durar la tranquilidad, pues aprovechando las luchas intestinas entre los castellanos, las tropas del emir granadino Muhammad XI el Chico le pusieron sitio dos años después, aunque la inexpugnabilidad de la fortaleza mostró de nuevo su grado, y el monarca musulmán hubo de contentarse con el saqueo y quema de la aldea, así como la captura de sus habitantes.
La progresiva pacificación del territorio, durante los últimos decenios del siglo XV, y los comienzos del XVI, llevaron a una gradual pérdida de importancia bélica de la fortificación. Otras maneras de ejercer el poder se fueron imponiendo durante aquel último siglo, y los obispados no fueron ajenos. Por eso, a mediados de esta centuria, la torre se erguía aún sobre el señorío eclesiástico, aunque su alcaide residía ya en la población.
En el siglo XVII se utilizaron los ladrillos de la torre para reconstruir un molino harinero y permaneció completamente abandonada hasta que sufrió una serie de importantes obras a finales del siglo XIX, tras pasar a manos privadas y convertirse en casa de labranza. A finales del siglo XX se pensó en acondicionar la fortificación como edificio municipal, por ello fue restaurada y se le adosó en la parte superior un lucernario y una cubierta a cuatro aguas. Hoy, gracias a la intervención museográfica del siglo XXI, alberga un centro que cuenta su historia, además de
Diseño Arquitectónico.
La torre presenta una planta cuadrangular, de unos
A su interior se accedería a través de una sola puerta que quizá se situaba donde hoy está la actual del lienzo norte. Ya advierte la ficha de registro de este monumento existente en el Servicio de Patrimonio Histórico de
Luís Lisón Hernández
Cronista Oficial de Alguazas
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