A finales del siglo XVI, Alguazas vivió uno de los momentos más importantes de su historia: la adquisición de su independencia como villa libre, separándose del dominio señorial al que había estado sometida durante siglos.
En aquel tiempo, el rey Felipe II, necesitado de recursos económicos, comenzó a vender señoríos y territorios a particulares para hacer frente a las deudas de la Corona. Alguazas fue una de esas «monedas de cambio», pasando primero de manos reales a prestamistas italianos, y de estos al noble murciano Don Alonso de Tenza Pacheco, adelantado del Reino de Murcia.
Sin embargo, los vecinos de Alguazas no estaban dispuestos a vivir bajo un nuevo señor. Iniciaron entonces un largo proceso para comprar su propia libertad. Gracias a una gestión ejemplar, y con el apoyo económico del Marqués de los Vélez, lograron reunir el dinero necesario para adquirir la jurisdicción completa del municipio.
El 1 de noviembre de 1590, el juez real Hernando Díaz de Aguilar, enviado por el rey, entregó oficialmente el poder al nuevo concejo municipal, formado y elegido por los propios vecinos. Así quedaba constancia en el acta:
«Tomo por la mano al dicho alcalde mayor y alcaldes ordinarios… como a un cuerpo junto e incorporado en la Corona Real, para que este quede y permanezca para siempre jamás en la Real Corona y patrimonio de su Majestad.»
Este día marcó el nacimiento de Alguazas como villa libre, bajo la jurisdicción directa del rey, pero no sin consecuencias: para saldar la deuda de la compra, el nuevo Ayuntamiento tuvo que hipotecar sus bienes y asumir un préstamo que tardaría generaciones en pagarse.
En los días siguientes se realizó el reconocimiento de los límites municipales, en coordinación con los pueblos vecinos: Ceutí, Mula, Villanueva del Segura, Molina y Cotillas. De hecho, los mojones que se colocaron entonces han marcado casi sin cambios el término municipal de Alguazas hasta nuestros días.